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Fotografía: Ámsterdam, julio 2015

Web de Francis Alhambra

miércoles, 27 de marzo de 2013

LO ABRAZABA


La Solana, 25 de marzo de 2013
 

 

 
Lo abrazaba como si no existiera nada más…

Un niño perdonaba y pedía perdón a su padre, mientras el padre lo abrazaba con el mismo propósito inundando la pantalla de un amor paternal que nunca han proyectado sobre mí…
 
Era una escena, sólo una película, un drama de ésos que la gente menosprecia y que ponen en televisión para dormir la siesta…, un drama de los que la gente define como exagerado e irreal…, y qué gracia…, ese abrazo que vi en una imagen proyectada me devolvió a mi niñez y caí en la cuenta de los años que me siento huérfano…

 
El niño ha crecido y se ha hecho consciente de cómo ha sido utilizado para propio interés del progenitor, sin remordimiento alguno y por obligación, cómo ha entregado su juventud a un proyecto de familia que es sólo una fachada en el que la cosecha se recoge para uno solo que no sabe compartir ni querer…
 
Mi madre falleció demasiado pronto, y aunque el nublado amenazaba tempestad continuamente, ella era capaz de robar un destello al sol y devolver la esperanza con su sonrisa…, murió en su empeño sin lograrlo…


El niño del abrazo se encontró con un padre que sabía amar, enseñar, respetar y mirar con placer, al hijo, viéndose reflejado en él…, lo abrazaba como si no existiera nada más que el propio hijo abrazado…, y por un instante sentí la caricia y el deseo de ese abrazo imposible…

 
Y ahora, en las puertas de una nueva etapa familiar marcada por una senectud prematura fruto de una opción egoísta, pesan aún más los malos recuerdos, los condicionamientos y las hipocresías mientras intento sostenerme y no caer en este acantilado que me pone enfrente la vida…

Hoy no sé cómo superar el desamor en el que he sobrevivido tantos años, y las embestidas de las olas de una vida, que no merezco, cargada de falsas obligaciones y responsabilidades que condicionan mi vuelo y desarrollo, desde siempre…
 

Y me descubro en la intensidad del abrazo que sentí, en ese momento que describo, porque yo sí podría amar y abrazar a un hijo sin temer ser una prolongación de lo que no quiero ser…; sabiendo amar, enseñar, respetar, mirar, cuidar, entregar…


Lo abrazaba como si no existiera nada más…,

¡qué grandeza, qué suerte, qué envidia!!!

 

FRANCIS ALHAMBRA